Centenario de la Primera Guerra Mundial: Cine Bélico

La materia de Historia Mundial (tal como la recordamos desde las aulas preparatorianas) señala que el detonante del conflicto de la Gran Guerra (mejor conocida como la Primera Guerra Mundial) fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo el 28 de junio de 1914. Ante ello, Austria precipitó la declaración bélica en contra de Serbia (supuestamente involucrada en el crimen) y comenzó el conflicto el 28 de julio del mismo año.

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Alas (1927) Wikimedia Commons

En el esplendor del cine mudo, las perspectivas sobre la Gran Guerra permanecían frescas en la memoria de ciudadanos de todo el mundo, particularmente del europeo. Charlie Chaplin, a través del entrañable Charlot, ofrecía su perspectiva con humor entre marchas y trincheras en Armas al Hombro (1918) y King Vidor se consagraría como cineasta de aquella época con El Gran Desfile (1925) con la historia de un chico de clase acomodada que se enrola al ejército y sufrirá los embates de horror de la guerra. Alas (1927) hizo lo propio con la rivalidad de dos pilotos por el amor de una mujer, obligados a arreglar sus diferencias en el frente.

A 100 años de su aniversario, se rememoran algunas películas representativas inspiradas en el suceso bélico.

Sin Novedad en el Frente (Lewis Milestone, 1930)

Posteriormente, la temática ofrecería mayores películas al respecto ya con la incursión del cine sonoro. En ocasiones, el discurso patriota es capaz de motivar a otros para enlistarse a las filas del belicismo de un país y deviene el desencanto por presenciar actos violentos inimaginables, así como el deterioro humano.

Basada en la novela de Erich Maria Remarque, Lewis Milestone (uno de los cineastas icónicos del cine clásico estadounidense) muestra a un grupo de amigos que se enlistan al ejército alemán gracias a las seductoras palabras de un profesor y tras vivir en carne propia el campo de batalla, los estragos que representan y la inevitable degradación de espíritu, admiten que jamás fue la gloria que imaginaron.

 

La Gran Ilusión (Jean Renoir, 1937)

Mucho antes que Françoise Truffaut o Jean Luc- Goddard cimentaran sus respectivas leyendas junto con el resto de partícipes de la Nouvelle Vague, Jean Renoir erigiría uno de sus trabajos más emblemáticos en su carrera con La Gran Ilusión.

Uno de los íconos del cine francés en la década de los 30, centra su atención en la perspectiva opuesta a la del combatiente: la del prisionero de guerra, las problemáticas emocionales que enfrenta y las consecuencias a nivel psicológico del cautiverio. Miembros del ejército francés son capturados por los alemanes y trasladados a un campo de concentración.  Allí, entablarán amistad no únicamente con otros prisioneros, sino también con los propios oficiales que los atraparon, además de entreverse las condiciones de la clase social.

 

La Reina de África (John Huston, 1951)

Una de las figuras del cine clásico hollywoodense, Huston retomó el género de la aventura tras El Tesoro de Sierra Madre (1948), esta vez con una cinta que converge con la destrucción y la venganza productos de la guerra.

Adaptación de la novela de C.S. Forester, se aleja del escenario de combate para ubicarse en la Uganda en 1914, a poco tiempo de estallar la Primera Guerra Mundial en continente europeo. Después de quedar reducido a cenizas una aldea de dicho país por parte del ejército alemán, Rose (Katherine Hepburn) es una misionera que sobrevive al ataque y escapa en compañía de Charlie (Humphrey Bogart), un marinero propietario de la embarcación “Reina de África”. Al navegar por el río Ulanga y resentida por la muerte de su hermano en el incidente, la mujer convence a Charlie para encontrar y hundir al «Königin Luise», el barco alemán que controla dicha zona africana.

 

Senderos de Gloria (Stanley Kubrick, 1957)

La novela Senderos de gloria, de Humphrey Cobb, había impresionado a Kubrick durante su juventud. Avalado por el éxito de The Killing (1956), el mítico cineasta logró concretar un año después lo que para muchos es una de las mejores películas hechas sobre el belicismo, aunque irónicamente con un propio mensaje en contra de la concepción de la guerra.

La dificultad del soldado por sobrevivir en las trincheras, el horror de la hostilidad, los intereses militares y las injusticias son retratadas con dureza. En el desarrollo de la Primera Guerra Mundial en Francia en el año 1916, un regimiento francés recibe la orden de tomar “la Colina de las Hormigas”, punto crucial para el desarrollo del conflicto que está en manos de los alemanes. La misión es casi imposible de concretar por su dificultad, lo que conduce a un inevitable fracaso.

Incapaz de admitir su culpa en la operación y deseoso de otorgar un castigo ejemplar, el general Mireau (George Macready) convoca a un consejo de guerra y tres soldados son elegidos al azar pos sus superiores, acusados de cobardía, enfrentando la pena de muerte por fusilamiento. El coronel Dax (Kirk Douglas) será el encargado de defenderlos.

 

Lawrence de Arabia (David Lean, 1962)

Reverenciada como una de las obras cumbre en la historia del cine, Lean realizaría un retrato magistral del oficial británico T.E Lawrence (1888-1935) y su extraordinaria labor militar en territorio árabe mientras se desarrollaba la Gran Guerra en sus actividades bélicas en Acaba y Damasco y en el Consejo Nacional Árabe, además de la debacle emocional que atraviesa por sus decisiones y aprisionamientos. Un tormento y aventura rodeados por el Imperio Británico, prejuicios raciales, colonizaciones y el enigmático y vasto desierto.

La épica, basada en Los Siete Pilares de la Sabiduría, memorias del propio Lawrence, dividida en dos partes a causa de su larga duración, erigió a Peter O´Toole como estrella mundial (pegándosele el estigma Lawrence por el resto de sus días ante una carrera que no merecía tal encasillamiento), contó con un elenco de altura del Hollywood clásico secundado por Alec Guinness, Omar Sharif y Anthony Quinn, y que además ha perdurado al embate del tiempo por la elegancia en el aspecto visual y narrativo.

David Lean, tres años después, presentó Doctor Zhivago (1965), otra dramática obra cinematográfica consagrada por una historia de amor imposible con vuelcos impredecibles y atisbes de realidad, siguiendo la línea bélica de la Primera Guerra Mundial como un efecto crucial en el destino de sus personajes.

 

Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo, 1971)

Las armas son capaces de provocar cicatrices que no sólo dejan huella en el cuerpo, sino también en el alma, tornándose en un mensaje antibélico que perdura incluso en tiempos modernos.

Trasladando su propia obra literaria al cine, Trumbo se adentra en la pesante realidad de Joe Bonham (Timothy Bottoms), un soldado combatiente en la guerra que yace en la cama de un hospital después de sufrir en carne propia la explosión de un cañón. Perdiendo sus extremidades y sus sentidos, viaja entre sueños y fantasías, recuerdos familiares y románticos, con el Código Morse como su único medio de comunicación ante una muerte que lo sucumbe en vida.

 

Galípoli (Peter Weir, 1981)

Una de las participaciones más notorias de Australia en la Primera Guerra Mundial fue en la Batalla de Galípoli en febrero de 1915 en Turquía. Contando con soldados australianos en el operativo, el propósito de británicos y franceses era la conquista de Estambul (en aquel entonces Constantinopla) y debilitar al país. El operativo resultó un gran fracaso, significando grandes pérdidas humanas de ambos bandos.

El conflicto se desarrolla bajo los ojos de Archie (Mark Lee) y Frank (un joven Mel Gibson antes de la fama y su caída como estrella de cine), dos amigos que se enlistan a las fuerzas australianas que se dirigen hacia el fatídico destino en Galípoli. Aunado a la oscuridad que representa la guerra, Weir conjuga la vida australiana de la década de 1910, enaltece su identidad cultural, a la labor de los ANZAC (grupo armado de Australia y Nueva Zelanda) en la campaña militar y la amistad.

 

Amor Eterno (Jean- Pierre Jeunet, 2004)

Después de los aplausos colosales obtenidos por la fábula de Amelie (2001), el posterior trabajo de Jeunet sería medianamente aceptado, teniendo la guerra como motor del relato y en vez de realizarlo en el punto de vista masculino, opta por el de la mujer que espera por el retorno de su gran amor, enfrascado en el campo de batalla.

Como castigo por el intento de deserción del ejército por medio de la automutilación, Manech (Gaspard Ulliel) ha sido condenado a muerte junto a cuatro soldados franceses a divagar por las líneas territoriales entre trincheras francesas y alemanas a causa de la crueldad y la miseria productos del belicismo. Tras enterarse de la muerte de su prometido, Mathilde (Audrey Tautou) no cree en la noticia y se lanza en su búsqueda, descubriendo la corrupción gubernamental en torno a las disposiciones militares.

 

Feliz Navidad (Christian Carion, 2005)

El claro contraste a la violencia es la paz. En el desenvolvimiento de una guerra acontece en contadas ocasiones y en momentos inimaginables.

Basada en un hecho real, Carion presenta el otro lado de la moneda del belicismo por medio de una breve tregua realizada entre soldados alemanes, franceses y escoceses en la Navidad de 1914.

El humanismo se da una oportunidad para volverse esperanza, haciendo acto de presencia a través de las conversaciones que entablan entre sí en las trincheras y la convivencia en un juego de fútbol, denostando también el rechazo de los involucrados por la guerra suscitada por intereses de gente de poder.

 

Caballo de Guerra (Steven Spielberg, 2012)

Spielberg ha demostrado flashazos de interés por la temática bélica con El Imperio del Sol (1987), La Lista de Schindler (1993) y Rescatando al Soldado Ryan (1998), las tres de ellas sosteniéndose con el contexto de la Segunda Guerra Mundial.

Caballo de Guerra es su cuarta incursión bélica, aunque tomando a la Gran Guerra como telonera y en un tono mucho menos duro que las mencionadas predecesoras. A su vieja usanza de minuciosidad histórica, sobriedad en su visión y finales alentadores, recrea los estragos de la guerra con la amistad entre el joven Albert (Jeremy Irvine) y su caballo Joey, ambos arrastrados a los confines del conflicto, el primero como soldado y el segundo en la caballería.

La fiel mascota emprende una búsqueda frenética por el muchacho, en una aventura en la que conocerá gente benévola y buscará sobrevivir en el campo de batalla.


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