Crítica de ‘El Niño y la Garza’: la abstracción y los estragos familiares

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A lo largo de su filmografía, el realizador Hayao Miyazaki ha explorado el impacto de la posguerra en Japón. Desde la percepción agridulce de la infancia y un espíritu protector en ‘Mi Vecino Totoro’ (Tonari no Totoro, 1988), la labor de un cazarrecompensas que odia el fascismo en ‘Porco Rosso’ (1992) hasta la pasión por la aeronáutica en ‘Se Levanta el Viento’ (Kaze Tachinu, 2013), refleja la trascendencia de un conflicto bélico en la vida de un individuo.

Con ‘El Niño y la Garza’ (Kimitachi wa Do Ikiru Ka, 2023), Miyazaki regresa a la dirección después de diez años de ausencia para replantear los dilemas familiares y personales a través de la unión entre la realidad y la fantasía.

Trama de ‘El Niño y la Garza’: un viaje semi onírico

Durante la Guerra del Pacífico, Mahito, un niño de 12 años, pierde a su madre Hisako por un incendio acaecido en el hospital de Tokio donde ella estaba internada. Tiempo después, su padre, Shoichi, se casa con Natsuko, quien es la hermana menor de Hisako, mudándose a una casa ubicada en la zona rural del país. Allí descubrirá una misteriosa torre y a una garza que será crucial para su destino.

Crítica de ‘El Niño y la Garza’: Miyazaki vuelve con una oda a la madre

Inspirada en una historia de su imaginario, el realizador japonés construye una premisa que evoca algunos de sus temas más usuales: la fusión de la realidad con un escenario fantástico, la infancia y el impacto de la guerra en una sociedad. Mahito lleva a cuestas la pérdida de su madre, así como una relación distante con su padre y Natsuko. Todo ello resaltado por los problemas en su nuevo colegio y la presencia de una garza que esconde sus verdaderas intenciones.

La animación clásica de Studio Ghibli traza la bifurcación de la realidad con un mundo de fantasía escondido dentro de una torre, uno que también criaturas que albergan bondad y maldad. Inspirada en la sobrenaturalidad de ‘El Viaje de Chihiro’ (Sen to Chihiro no Kamikakushi, 2001), el relato utiliza un entorno en el que predomina la abstracción, haciendo referencia al ser humano como el artífice de la construcción y destrucción.

Mahito, acompañado por la señora Kiriko, ingresa a una dimensión casi onírica donde reflexiona en torno a la vida, la aceptación de la muerte y la madurez emocional. Allí también aprende a lidiar con la ambivalencia ética de una garza capaz tanto de engañar como de ejecutar acciones desinteresadas, convirtiéndose en la guía que lo ayuda a recorrer el lugar.

Aunado a ello, el guion de Miyazaki muestra la importancia de la compasión, las repercusiones del egoísmo y la maternidad. El protagonista comprende de forma paulatina las acciones desinteresadas de Natsuko, la función de una madre y los valores para forjar a un individuo. Así, muestra de forma sólida la evolución de Mahito como individuo, conociendo los preceptos necesarios para comprender la estructura de una sociedad, a la maldad como catalizador de destrucción humana y la compasión como el rasgo más importante de la bondad.

El Niño y la Garza’ es el filme más abstracto de Hayao Miyazaki. Enfatiza en la fuerza del vínculo de la madre con un hijo sin importar el parentesco de sangre, además de ahondar en el proceso de la aceptación de la muerte, los roles animales en la naturaleza y en la creación del destino personal sin importar las adversidades de la vida.


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